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La escritora Asha Miró firma un libro a petición de dos niños que asistieron al encuentro con familias adoptivas
"Los padres adoptantes tienen que ir siempre con la verdad por delante"

"Los padres adoptantes tienen que ir siempre con la verdad por delante"

La escritora catalana de origen indio Asha Miró, que burló el destino gracias a la adopción, sostiene que la búsqueda de los orígenes cura "las heridas del abandono"

Consuelo de la Peña

Martes, 20 de septiembre 2016, 14:52

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Dice que su vida es como un cuento, pero un cuento con final feliz, porque consiguió burlar un duro destino gracias a la adopción. Asha Miró nació en 1967 en Masik, India, en el seno de una familia muy humilde, tanto que cuando tenía un año y medio fue abandonada por ser la segunda niña de un padre que no podía pagar otra dote matrimonial. Pero Asha tuvo una segunda oportunidad cuando, con apenas siete años, fue entregada en adopción a una pareja catalana.

Escritora, conferenciante y profesora, compartió este lunes con familias adoptivas de la región su experiencia, la misma que ha relatado en un primer libro La hija del Ganges, obra autobiográfica que en 2003 la catapultó a la fama, en la que cuenta su primer viaje a la India en busca de sus orígenes cuando tenía 27 años, y en una segunda parte, Las dos caras de la luna, que expone el encuentro con su hermana biológica.

Referente para las familias que han hecho de la adopción una forma de vida, esta reina del mestizaje inhaló a los padres que llenaron el salón de actos del Casyc un soplo de ternura y sosiego, porque fue capaz de resolver desde su experiencia las cuitas que envuelven a los padres adoptantes, la mayor parte de ellas relacionadas con el proceso de búsqueda de los orígenes de los niños adoptados. ¿Qué diría a los niños que no tienen éxito en ese recorrido?, preguntaba Javier Noriega, padre de tres niños adoptados. "La adopción es una historia de amor y como tal hay que vivirla. Es un regalo, una segunda oportunidad que nos dan a los niños abandonados. Pero a medida que nos vamos haciendo mayores tenemos que buscar nuestros orígenes. Llega un momento en la vida que tienes que parar y buscar tu pasado. Y no hay que tener miedo. Puedes encontrar cosas muy duras, pero los niños y niñas adoptadas somos fuertes para poder asumir nuestra historia. Pocas veces localizas a tu familia biológica, pero, aunque no encuentres nada, ese viaje te ayuda a curar las heridas del abandono", desgranó Asha esbozando una sonrisa.

Viaje al pasado

¿Y en qué momento hacer ese viaje de regreso al pasado?, le cuestionaron de manera recurrente las familias adoptantes. Ella, que miró hacia atrás cuando tenía 27 años, aconseja que cuanto mayor sean los adoptados mejor. "Cuando llegan aquí tienen que hacer un esfuerzo para arraigarse bien y sentirse fuertes. Una vez que lo consiguen, ya son capaces de buscar tus orígenes. Antes no, porque esa búsqueda supone un momento de confusión", explica. No obstante, no hay nada escrito, "cada uno tiene que ser sincero con sus sentimientos y ver si está preparado para dar ese paso".

En el encuentro, que tuvo un poso catártico, otra madre requería orientación sobre cómo enfocar la cerrazón del hijo adoptado a hablar sobre sus vivencias antes de que la sombra del olvido las sepulte en la memoria. "Hay que dejarlos. Cuando llegas a tu nueva familia metes todos tus recuerdos en un cajón y sólo quieres ser uno más. De mayor, ya puedes abrir ese cajón, pero los padres adoptantes tienen que estar ahí al lado para cuando su hijo pueda verbalizar la situación". En cualquier caso, en ese tránsito "los padres tienen que ir siempre con la verdad por delante. No pueden ocultar a sus hijos que son adoptados. Lo único que les preocupaba a los míos es cómo me sentiría yo cuando viajara a la India para enfrentarme con mi pasado".

"Que quieran a su país de origen"

Miró recomendó a los padres que "se esfuercen por hacer que sus hijos, desde pequeñitos, quieran a su país de origen, que lo amen, que no lo olviden. No pueden hacer como que eso no existe. Luego, a medida que van creciendo, tienen que formarles y explicarles cómo es el lugar donde nacieron".

Pero ocurre que los padres adoptantes tienen miedos, "miedo de lo que se puedan encontrar sus hijos cuando regresen a sus orígenes, miedo a la pérdida, a no ser querido como antes". Ante tanta zozobra, esta "india catalana", como ella misma se define, sólo tuvo mensajes de tranquilidad. "Cuando regresé de mi primer viaje a la India estuve tres meses sin hablar porque necesita poner cada cosa en su sitio. Después les conté a mis padres que tengo dos familias, la adoptiva y la biológica, y tengo que dividir mi corazón para querer a todo el mundo". Sin embargo, a los niños adoptivos que acompañaron a sus padres solo les preocupaba por qué las vacas son sagradas en la India.

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