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Ocho horas y media sin autopista

Ocho horas y media sin autopista

El vuelco de un camión corta la A-8 entre Castro y Vizcaya y desata el caos

DM .

Viernes, 24 de febrero 2017, 10:17

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El hombre se baja de su todoterreno en la rotonda de Mioño. Contempla la antigua carretera N-634 atestada de vehículos detenidos y sin visos de que vayan a arrancar en breve. Se aproxima al policía municipal. "Voy a Baqueira. ¿Qué hago?", pregunta. Luego, se vuelve a su pareja con ese estupor que aflora cuando el armaggedon te pilla de camino a la nieve un día que has cogido libre. "Todo atascado. No llegamos ni a la noche", exclama, consciente de que Baqueira se encuentra esta mañana más lejos que nunca de Mioño. Y encima, llueve.

Igual que él, miles de automovilistas se vieron atrapados ayer en un colapso de dimensiones históricas debido al vuelco de un camión que cortó literalmente durante ocho horas y media la autopista A-8 en Saltacaballo entre Castro Urdiales y la muga de Vizcaya en El Haya. El accidente resultó espectacular, pero por fortuna sin víctimas graves. Ocurrió poco después de las 9.00 horas. Una franja típica de tráfico intenso. Un camión que acababa de cargar nitrato fertilizante en el Puerto de Santander y un coche colisionaron en la pendiente de descenso hacia Vizcaya después de haber coronado el alto, conocido por su extraordinaria siniestralidad hasta hace diez meses, cuando la DGT limitó la velocidad a 80 kilómetros por hora. De hecho, tanto el vehículo pesado como el coche habían cruzado apenas doscientos metros antes por un radar.

El transporte, que se dirigía a Huesca, volcó y quedó cruzado en los dos carriles. Su carga se expandió por la calzada. El turismo sufrió numerosos daños y se detuvo en sentido contrario al inicial a escasa distancia del remolque. Su conductora presentaba heridas leves. "Ha vuelto a nacer relató un agente. Unos metros más y le aplasta". La DYA trasladó en ambulancia al hospital de Laredo a la mujer y al chófer, que también sufrió lesiones leves. La Guardia Civil investigaba anoche las causas del accidente, de una violencia y consecuencias singulares para producirse en un lugar especialmente vigilado.

"Inicialmente se activó el protocolo de mercancías peligrosas porque no se podía confirmar el material hasta encontrar las placas y la documentación del camión", explicó Rafael Gómez, coordinador de la DYA en Castro Urdiales, municipio al que pertenece la pedanía de Mioño, donde los vecinos padecieron las consecuencias de los retrasos en el servicio de autobuses en dirección a Bilbao e, incluso, el propio casco urbano castreño.

Tras comprobar la naturaleza del vertido, los expertos neutralizaron el nitrato con espuma ante la eventualidad de que pudiera interaccionar con gasoil, oxidarse por calentamiento y desencadenar una explosión. Los coches que quedaron bloqueados inmediatamente después del tráiler fueron conminados a dar la vuelta y retroceder sobre sus propios pasos hasta el acceso más próximo de salida de la autovía. En el operativo tomaron parte tres dotaciones de Bomberos, ocho patrullas de la Guardia Civil, tres ambulancias de la DYA y una cuarta del 061, así como la Policía Local de Castro y una decena de equipos de mantenimiento de carreteras. Al despliegue se unieron posteriormente cuatro grúas, que lograron retirar el camión siniestrado y dejar los carriles expeditos poco antes de las 17.30 horas.

Como parece lógico pensar en una autopista que registra el paso diario de 49.000 coches y camiones, en esas ocho horas y media el atasco se adueñó velozmente (era lo único veloz que sucedía entre Castro y Vizcaya) de la N-634 y la carretera de Sodupe, las dos vías de escape que el centro de emergencias provisional puso en marcha para los conductores. También se activó un bypass para que los camiones no entraran en las estrechas calles de Mioño y terminasen de completar el mapa del caos.

Nada de eso evitó, sin embargo, que la retención alcanzara cinco kilómetros en la A-8 y prácticamente la misma longitud en la antigua carretera general, sinuosa, estrecha e incapaz de absorber una circulación semejante, muy superior de hecho a la que canalizaba hace 27 años cuando el tramo de autovía Castro-El Haya entró en vigor (el martes se cumplirá el aniversario). Y ya entonces los atascos eran habituales.

"No hay escapatoria. Esto es un embudo". Manuel Vila, de 50 años, echó el freno en Mioño a eso de la una de la tarde. Salió temprano de Suances para dirigirse al puerto en Santurtzi, donde trabaja a bordo de un barco dedicado a obras marítimas. Habitual de esta ruta, las ha visto de todos los colores, aunque, como ayer, "ninguna". Él se percató de que algo sucedía cuando los portales informatizados situados a lo largo de la autovía comenzaron a anunciar que la calzada estaba cortada. Se desvió por Castro. "Pero me ha dado igual porque allí la nacional ya estaba taponada. La carretera funciona así".

Las retenciones, en cambio, son en blanco y negro. No hay etapas intermedias. O te adaptas y lo tomas con calma o gritas como la niña del Exorcista en cuanto el vehículo precedente no avanza. "Vamos parando cada diez metros y se nota que hay gente ya nerviosa, que toca la bocina a la menor. Cuando llevas hora y media para avanzar unos pocos kilómetros comienza el agobio. Pero es mejor tomárselo con calma porque no hay solución", comentaba Sofía Peña, que se dirigía con su pareja desde Laredo a una asesoría de Barakaldo. "Ya vamos muy tarde; lo mismo nos damos la vuelta", sopesaba. Por detrás, María había aprovechado que en Santoña era festivo por el Carnaval para cerrar la zapatería Charol y hacer compras en Bilbao. Ella distraía la demora comprando las entradas para el concierto de Ricky Martin en el BEC (Bilbao).

"Había quedado a comer con mi abuela", señalaba Jennifer García, d 29 años, empleada de una oficina de seguros en Portugalete y residente en Mioño. "La A-8 tiene sus intervalos, sus momentos, y ya llevábamos ocho o diez meses muy tranquilos".

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