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Zygmunt Bauman participó hace cuatro años en los Martes Literarios, tribuna de la UIMP que patrocina este periódico
"Los políticos son como peces atrapados en una red que no pueden romper"

"Los políticos son como peces atrapados en una red que no pueden romper"

Recuperamos la entrevista que Zygmunt Bauman concedió a EL DIARIO MONTAÑÉS en 2012 con motivo de su participación en los Martes Literarios de la UIMP

Marta San Miguel

Martes, 10 de enero 2017, 12:29

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Zygmunt Bauman (Polonia, 1925) es una metáfora por partida doble. Por un lado, su nombre como filósofo y sociólogo va íntimamente unido a la "modernidad líquida", que explica la sociedad como un estado transitorio, volátil e individualista; y por otro, su físico es la figura con que se sobreentiende el pensamiento de uno de los grandes teóricos sociales del siglo XX. Pasada la barrera del XXI, de su lucha contra los totalitarismos queda ese afán por combatir pero "¿cómo hacerlo contra enemigos tan abstractos como los mercados financieros o los inversores?". Sus preguntas son las mejores respuestas a un tiempo que requiere reflexión, el que dedicará en el marco de los Martes Literarios de la UIMP, que patrocina EL DIARIO MONTAÑÉS, en el santanderino Paraninfo de La Magdalena.

-Toda su vida se ha dedicado a hacer sociología entendida esta como una disciplina que posibilita el conocimiento humano y el diálogo, ¿cree que ahora, cuando más necesaria resulta, es cuando menos importancia se le presta?

-Sí, ahora es más necesaria que nunca, pero no creo que se le preste menos atención. A algunos les interesa la sociología, otros no saben que debería interesarles y el resto la ignora. Al hombre se le ha dejado solo a la hora de decidir las acciones de su vida o de determinar la responsabilidad de sus actos. Se puede vivir mejor en una sociedad mejor. Como decía Aristóteles, "una buena vida se puede vivir en una sociedad buena". En este sentido Sócrates pudo elegir entre quitarse la vida o hacer que no veía el problema de sus sociedad y terminó bebiendo el veneno. La actitud que impera ahora es la de en vez de intentar mejorar la sociedad buscar un pequeño lugar para uno mismo, un lugar cómodo y confortable, y dejar al resto del mundo a su suerte con sus problemas.

-Una de sus aportaciones a la sociología ha sido el concepto de 'modernidad líquida', un alegato contra lo efímero, ¿qué resultado tendríamos si uniéramos el concepto a la economía? ¿Nos ahogamos en una "economía líquida"?

-La "modernidad líquida" se puede aplicar a todas las realidades del mundo. Es un término que define a la gente viviendo bajo la incertidumbre, personas que no saben qué pasará mañana ni tampoco cómo cambiar lo que va mal o cómo prevenirlo. Si se aplicara a la economía sería igual que en los comportamientos humanos. La crisis económica que afecta a España vino de la misma manera, es decir, de repente y sin avisar. La "economía líquida" está llena de sorpresas y catástrofes. Muchos podrán decir que lo advirtieron, y dicen ahora eso de "te lo dije".

-¿Y por qué no se les escuchó? Si sus pronósticos eran acertados, ¿por qué no se les tuvo en cuenta?

-Las predicciones del futuro pueden acertar en un 50 por ciento, y no se sabe qué podrá ocurrir porque nadie está bendecido con esa autoridad de saber qué es lo que va a pasar. Las instituciones parecen eternas y llenas de poder, pero otro de los aspectos más llamativos de lo que está pasando ha sido la crisis de confianza que ha generado en la población y la certeza de la ignorancia: no sabemos si es temporal o cuándo terminará.

-Pocos gobiernos se atreven a gobernar y las leyes de los mercados han sustituido el ejercicio de las leyes constitucionales o democráticas, ¿cree que existe un divorcio entre el poder y la política?

-Las leyes están ahí para ser cumplidas, si no, eres castigado. Sin embargo, la legislación no se impone; en las acciones del poder financiero, que las ignora y las viola. Hay cierta pelea entre ambas al igual que hay una pelea entre realidad y ley: las decisiones que toman los políticos se adoptan por la presión de lo financiero, que determina qué es lo importante y qué no.

-Se demanda entre la gente joven más actitud para luchar, como hizo su generación contra otro tipo de tiranías. Entonces su enemigo era visible, los totalitarismos y las grandes guerras, ¿cómo se puede luchar contra un enemigo tan abstracto como los mercados financieros o el individualismo?

-Es una excelente pregunta que me gustaría hacérsela a usted (sonríe)... El peligro con los totalitarismos era visible, sabías su ubicación, dónde localizarlo, contra qué o quién luchabas... Ahora bien, ¿cómo se lucha cuando se usan términos como mercados o inversiones financieras que son tan abstractos y que uno no sabe dónde están? ¿Contra qué peleas, contra Wall Street? Para luchar contra estos enemigos contemporáneos hay que abordar una renovación cultural y son imprescindibles cambios muy profundos, porque la base de lo que está mal es la sociedad consumista. Se empuja a la gente a gastar más de lo que gana, y esto además tiene como consecuencia que se esté explotando los recursos naturales del planeta y esto afectará a nuestro futuro, al de nuestros nietos y bisnietos.

-Ha apuntado que el 15-M es un movimiento emocional apto para destruir pero no para construir. ¿Va a quedar algo de esta sociedad colapsada?

-La gente sabe de dónde viene pero no hacia dónde va. Una encuesta dijo que el 99 por ciento de los norteamericanos estaba en contra de Wall Street y su política financiera, y eso a pesar de que la sociedad estadounidense está dividida por numerosas barreras raciales, sociales, económicas, históricas, ideológicas... Los que ocupan y se manifiestan en Wall Street han superado sus diferencias y las olvidan para concentrarse sólo en un bien común. No obstante, estas diferencias vuelven a surgir cuando se alcanza el objetivo, como ha sucedido en Egipto o en Libia. Allí se superaron todas las barreras internas para derrocar a Mubarak y a Gadafi, pero una vez conseguido ahora vuelven a la superficie.

-La política, entendida ésta en el sentido clásico de la palabra como forma de vivir y convivir unidos por un bien común en la "polis" ha perdido el sentido, ¿aboga por recuperarlo? ¿Lo ve posible?

-La palabra "polis" ha perdido su sentido pero su significado no ha desaparecido, está ahí, pero ahora no es un término efectivo. Aunque haya instituciones democráticas potentes y fuertes, ¿cómo pueden los políticos españoles tomar decisiones si no pueden controlar a los bancos y los problemas de financiación? Los políticos son como un pez atrapado en una red; se mueven dentro, y a veces hacen movimientos muy bruscos, violentos, pero no la pueden romper. En la actualidad la política no puede luchar contra ciertas cosas porque su poder está limitado por las fuerzas económicas.

-¿Cree posible que esta sociedad pueda recuperar la lucidez para ver más allá de los velos que nublan el día a día?

-Pocos intentan hacerlo. La cortina debe levantarse pero es muy gruesa y no se puede ver a través de ella. Los periodistas también son responsables, no vais al fondo del asunto. En televisión se ven imágenes de niños en África, con los ojos llenos de moscas y famélicos, es el espectáculo de la catástrofe del hambre y son buenas imágenes para generar empatía y apelar a nuestra cartera. Pero esas personas no sólo tienen hambre sino que están privados de sus derechos privados. Para resolverlo habría que llegar a la raíz del problema pero los titulares de los periódicos tienen como función que se te olvide lo que viste ayer. No espero, sino que deseo que la fuerza de la realidad nos lleve a mirar más allá de los eventos espectaculares del día a día. No obstante, es más fácil surfear sobre la realidad líquida, es menos comprometedor que nadar en ella. El siguiente paso será comprar un jet y sobrevolarla, así no tendremos ningún contacto con ella.

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