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Un clásico de los veranos de Santander

Pérez de Arteaga era como lo de las cigüeñas antes de hacerse sedentarias, el inicio casi oficial de una nueva estación

Juan Calzada

Jueves, 9 de febrero 2017, 07:22

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Se ha ido demasiado pronto un clásico de los veranos de Santander. Un asiduo del Festival Internacional de Santander y de nuestras casas, de casi todas las casas porque hasta los que nunca escuchan música clásica, suelen hacerlo el día de Año Nuevo. La banda sonora de ese primer día del año en España, sonaba a Marcha Radeztky, a Danubio azul y a Pérez de Arteaga.

Mi recuerdo personal era la llegada al Palacio de Festivales de un personaje que parecía sacado de una película de época, orondo, rotundo, de voz inconfundible, vestido de negro y blanco, con corbata o guayabera, dependiendo de la hora y normalmente a colarse de okupa en el entonces mini-despacho de Gema Agudo para trabajar.

Pérez de Arteaga era como lo de las cigüeñas antes de hacerse sedentarias, el inicio casi oficial de una nueva estación. Nos visitaba alguna vez en invierno para dar eco capitalino a cosas interesantes, muy interesantes que se hacían en estas periferias y que gracias a su altavoz se valoraban más por la capital. Cosas del foro, donde a veces se creen que su ombligo es el único del universo donde pasan cosas.

Compartir con él su sentido del humor, distinto, socarrón y a veces viperino, contemplar su amor/odio con muchos y muchas protagonistas del hecho cultural y sobre todo aprender del tipo que más sabía de música culta que yo he conocido, no tiene precio.

Hacía tiempo que ni lo veía ni había hablado con él por lo que su viaje prematuro me ha cogido por sorpresa. La clásica pierde un tipo especial y yo a alguien del que presumiré y contaré a mis nietos que conocí y con el que compartí buenos ratos. Al menos los buenos son los que recuerdo bien.

El Concierto de Año nuevo sin Pérez de Arteaga será distinto como si la Marcha Radeztky estuviera un poco sola, como si el Danubio Azul fuera una propina no esperada, como si el brindis de la Orquesta no tuviera quien la pronuncie de forma impecable, en fin, como si no hubiera japoneses entre el público Adiós admirado Pérez!

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