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Retrato de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange.
José Antonio, mesianismo e ingenuidad

José Antonio, mesianismo e ingenuidad

El historiador Joan Maria Thomas disecciona con exhaustividad la figura del fundador de la Falange en su nuevo libro

Álvaro Soto

Sábado, 18 de febrero 2017, 02:35

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Manipulada hasta la náusea por el franquismo y degradada sin límites por sus enemigos, la figura de José Antonio Primo de Rivera (Madrid, 1903-Alicante, 1936) necesitaba una «aproximación académica y objetiva». A este propósito de discernir entre realidad y mito ha consagrado el historiador Joan Maria Thomas su nueva obra, 'José Antonio' (Editorial Debate), un exhaustivo y brillante estudio sobre el hombre que quiso traer el fascismo a España.

Para entender bien a Primo (Thomas lo llama así para distinguirlo de otros miembros de su familia) hay que acercarse también a su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, que gobernó los destinos del país entre 1923 y 1930. «Primo quiso emular a su padre y tenía su misma pulsión mesiánica, pero superándolo porque creía que el proyecto paterno había sido insuficiente. Donde Miguel Primo de Rivera era autoritario, José Antonio abogaba por el totalitarismo; si las reformas de su padre fueron frenadas por los conservadores, él estaba dispuesto a forzarlas; si el padre se había enfrentado con los intelectuales, el hijo intentaba rodearse de ellos», explica Joan Maria Thomas, investigador ICREA Academia y profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad Rovira i Virgili. «José Antonio estaba convencido de que tenía la solución, la receta mágica, para los problemas de España», agrega.

El momento de José Antonio llegó en 1933. Convertido en diputado y subido en la ola de los fascismos que tomaron el poder en Alemania e Italia, en octubre de ese año funda la Falange, y comienza a jugar un papel clave en la «brutalización» de la política que entonces asuela el país. «Lo distintivo de José Antonio es que él teoriza el uso de la violencia, que considera necesaria para llevar a cabo su revolución fascista». Y sin embargo, ahonda el autor del libro, además de mesiánico, Primo era «un ingenuo». «Cuando ve que los primeros muertos son suyos, a él le cuesta asumirlo y de hecho, frena atentados espectaculares que estaban preparando sus compañeros de Falange», agrega.

José Antonio, que ya había estado en la cárcel en dos ocasiones, ingresó de nuevo en prisión, en la Modelo de Madrid, el 14 de marzo de 1936 por posesión ilícita de armas, y el 5 de junio fue trasladado a la cárcel de Alicante. Desde allí conspiró para la sublevación, pero vio con desesperación cómo los movimientos de los generales que preparaban el alzamiento no los inspiraba la Falange, sino otras fuerzas de derecha y ultraderecha como la CEDA, los monárquicos o los carlistas.

Estalla la Guerra Civil, que José Antonio consideraba como «un fracaso», y aquí aparecen de nuevo esas dos características del personaje, la ingenuidad y el mesianismo. «Quería la re-unificación del país y sabía que una guerra era la partición total». Por eso intenta una solución. Desde la cárcel se ofrece para mediar entre los bandos y propone que se forme un gobierno «que acabe incluso con sus propias milicias, las falangistas, para traer la paz». Pero no solo fue ignorado, sino que, por aquellos días, su situación en la cárcel empeoró: su juicio se aceleró y fue fusilado el 20 de noviembre de 1936. En su testamento dejó escrito: «Que sea la mía la última sangre española vertida en discordias civiles».

En puridad, José Antonio fue un «líder político de importancia menor». De hecho, se presentó a tres elecciones para diputado, y únicamente en una ocasión, en 1933, logró el acta por la circunscripción de Cádiz, y solo gracias al apoyo que le brindaron los caciques locales (entre ellos, el escritor y político José María Pemán). Aún más: el partido que José Antonio creó, la Falange, consiguió un ridículo 0,7% de los votos en las elecciones de 1936. En su época, sus ideas no tenían demasiada difusión (José Antonio daba mítines en pueblos pequeños para demostrar su apego a un idealizado mundo rural) y si se le conocía era «por ser hijo de quien era y por ser la imagen del fascismo en España». «La izquierda recibió al fascismo con gran hostilidad porque vio lo que habían hecho en otros países europeos, así que, por extraño que parezca, es la izquierda la que le da cierta popularidad al personaje por el hecho de que este se llame a sí mismo 'fascista'».

Y pese a todo, se convirtió en un héroe. «El culto a su figura no lo inició el franquismo, sino él mismo. En el fascismo siempre existe el culto al líder, en Falange así ocurría y él no hacía nada por evitarlo», matiza Thomas. Pero sin duda, fue el franquismo el que exaltó la figura de José Antonio hasta el ridículo de compararlo incluso con Jesucristo, con el que compartía haber muerto a los 33 años. «La paradoja es que mientras mitificaba su figuraba, el régimen se alejaba de la Falange y la Falange aceptaba su sumisión al régimen».

¿Cómo hubiera sido la España fascista que soñó José Antonio? «Sabemos que su modelo era sobre todo el fascismo italiano, así que sería un Estado familiar, sindical y municipal, pero adaptado a España; un fascismo que, como proclamaba él mismo, no era ni de izquierdas ni derechas, que de hecho es anticonservador (lo que le lleva a que le hicieran el vacío las propias derechas) y que busca suavizar las diferencias de clase. Pero no sabemos cómo hubiera sido su España».

Los amores de José Antonio

De una familia inmejorable, buen orador, atractivo... Y sin embargo, José Antonio nunca contrajo matrimonio, lo que no quiere decir que no se acercara al sexo femenino. Cuenta Joan Maria Thomas que su primera relación seria fue en 1927 con una dama de la más antigua nobleza de sangre cinco años más joven que él, María del Pilar Azlor de Aragón y Guillamas, primogénita y heredera del duque de Villahermosa y de Luna y nieta de los marqueses de la Romana. La joven le correspondía, pero no su padre, que había sido enemigo del padre de José Antonio. La relación, clandestina, se rompió en 1933. Poco después comenzó su otra relación más conocida, con una aristócrata inglesa, la princesa consorte Elizabeth Asquith, esposa del embajador rumano en Madrid. En este amorío imposible se basa el musical 'Mi princesa roja', estrenado el año pasado en la capital. Finalmente, en la última etapa de su vida, mantuvo «una o dos relaciones» con militantes «sin abolengo aristocrático» de la Sección Femenina o del SEU.

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