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Hay que acabar con cualquier violencia

En unos pocos meses ya he comprobado, salvo honrosas excepciones, que lo de la falta de educación y las malas formas se maman desde la más tierna infancia

Gerardo Sisniega

Miércoles, 8 de febrero 2017, 11:36

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Últimamente me toca pasearme todos los fines de semana por los campos modestos. Es lo que tiene que tu hijo de ocho años haya decidido ser portero. Que cada sábado me tengo que mezclar entre toda esa camada de padres que están convencidos de que han parido a una estrella y que no hay límites a la hora de vociferar. En unos pocos meses ya he comprobado, salvo honrosas excepciones, que lo de la falta de educación y las malas formas se maman desde la más tierna infancia. Luego desgraciadamente esos comportamientos se repiten cada fin de semana en el fútbol profesional. A ver quien le dice a esa tropa de cafres, que encima paga una entrada, que no puede descargar allí su mala baba y toda la bilis que lleva acumulada. Digo todo esto porque los aficionados del Burgos decidieron este domingo que Viadero iba a estar en el centro de sus críticas y allí nadie puso límites. En algunas de las pancartas que se desplegaron en el campo le insultaban gravemente e incluso se lanzaron cientos de billetes con su cara acusándole de pesetero. Ángel, que tiene un carácter tranquilo en el banquillo, aguantó el trago estoicamente pero supongo que la tarde tuvo que ser complicada para él.

La exaltación de los sentimientos y la pasión son elementos imprescindibles en la relación de los hinchas con sus clubes, pero siempre hay un límite. Y es ahí donde tienen que entrar la parte más racional de cada uno. En este deporte de extremos donde a veces nos la cogemos con papel de fumar, hemos aceptado con normalidad que a un entrenador o a un jugador lo humillen sin que el club haga nada para evitarlo. Algunos dirán que soy un exagerado y es posible que lo ocurrido en El Plantío no tenga una gravedad extrema, pero comportamientos como este y mucho peores los vemos cada fin de semana en todos los campos de fútbol. Y lo peor es que nadie hace algo contundente para acabar con esta violencia verbal. La cantidad de insultos que se vomitan en los estadios es impresentable y punto. ¿Cómo hemos llegado a que todo esto nos parezca normal? El día que cierren las gradas durante unos meses las cosas empezarán a cambiar y los comportamientos también. Los cafres solo entienden las reglas a base de palos. Solamente cuando algunos clubes se pusieron firmes de verdad fue cuando lograron erradicar a los ultras de sus gradas. Antes habían estado años mirando para otro lado.

Desgraciadamente El Sardinero no es ajeno a este problema. Aquí en Santander se asaltó el palco, Marcelino fue tachado de pesetero porque decidió fichar por el Sevilla y algunos de los comportamientos de la grada han sido en muchas ocasiones más que reprochables. Pero viendo lo que se palpa ya en los partidos de benjamines la cosa está difícil. ¿Cuándo las buenas formas dejaron de ser importantes?

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