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La calidad de Aquino saca del letargo al Racing y a El Sardinero y encarrila la victoria de su equipo.
Ponga un Aquino contra su rutina
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Ponga un Aquino contra su rutina

La afición racinguista pasa todos los domingos en su estadio por varios estados: indiferencia, contemplación y enfado manifiesto con silbidos incluidos

Marcos Menocal

Lunes, 27 de marzo 2017, 07:17

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"Te veo en todos los sitios". Así se saludaban dos racinguistas de siempre. Uno se llama Fede y otro José Ángel. Entre los dos se acercan al siglo de fútbol. Con la revista verdiblanca en la mano, la que se reparte cada quince días en el estadio, y la chaqueta al hombro, conversaban en la puerta principal de El Sardinero, junto a la bocana por donde minutos antes habían entrado los jugadores del Racing y del Somozas. Allí, probablemente donde siempre, repasaban juntos su viaje a León de hace una semana al tiempo que se preparaban para otro partido más. En la tarde de ayer, la anécdota de Fede y José Ángel la protagonizaron centenares, porque prácticamente todos los que acudieron al campo racinguista estuvieron en el Reino de León.

"El Racing quiere agradecer a todos los seguidores que acompañaron al equipo en su partido ante la Cultural Leonesa". El mensaje resonaba con virulencia a través de la megafonía. Lo de ayer fue como el eco del pasado domingo; todo el mundo tenía algo que decir sobre lo ocurrido siete días antes. Hay cosas que costará trabajo olvidar. Por lo demás, la tarde de fútbol fue una más de tantas. En Segunda B resulta complicado ver un estadio con más de 7.000 espectadores, en cambio en Santander es algo normal y desde lo vivido en León empieza a saber a poco. Es obvio que jugar contra el líder o hacerlo frente al colista es una razón de peso para que algún aficionado perezoso se hubiese tomado la tarde de ayer de fiesta, pero no es menos cierto que los de siempre no faltaron. No les importa mucho quien esté delante.

En cualquier caso ayer fue la vuelta a la normalidad; a aparcar sin mucha prisa, a las conversaciones sosegadas prepartido en los aledaños del estadio y al café de puchero en los vomitorios repasando la actualidad. Hizo hasta bueno. En el palco había sitio para muchos más de los que fueron, lo mismo que en Tribuna y, por supuesto, en la esquina donde suelen colocarse los aficionados del rival. De Somozas no vino nadie, al menos que se le pudiera identificar desde lejos. Hubiera sido extraño ver a mucho seguidor gallego después de comprobar que en su casa si no llega a ser por la Guardia Civil, hace cinco meses cuando el Racing visitó su estadio, el partido se hubiera jugado a puerta cerrada.

Extraordinario y habitual

El fútbol modesto tiene estas cosas; al grande, el Racing, le siguen 5.000 aficionados y al colista ni los familiares de los jugadores. Sin embargo, para los propios futbolistas del Somozas, pisar El Sardinero ya fue suficiente reclamo; había que verlos disfrutar minutos antes de meterse en el vestuario para cambiarse del escenario. Allí, en su casa, las instalaciones deportivas que utilizan son municipales y aparte de mojarse como las demás comparten el terreno con un gimnasio último modelo en el que las cristaleras se convierten en un palco de excepción. La entrada crece en tanto en cuanto existen más vecinos con ganas de ejercitarse en las bicicletas estáticas. Por eso, ayer cuando miraron para arriba y vieron tanto asiento sintieron orgullo, probablemente, de ser futbolistas. Es algo que les ocurre a muchos esta temporada. El Sardinero en eso tampoco cambia. Lo que para unos es extraordinario para otros, en ocasiones, es normalidad. Y eso es lo que le ocurrió a los del Racing, jugadores y aficionados, que después de lo fuera de lo normal que fue lo de León ayer se volvió a la rutina; los 7.000 de siempre, el juego aburrido, el miedo a no ganar y...

En la grada, como es costumbre, los aficionados pasaron de la indiferencia de los primeros minutos, a la contemplación extrañada para desembocar en el enfado manifiesto. El Racing de este año se ha empeñado en ser plano como la recta de Heras; a los 45 minutos ni se había acercado a la portería del Somozas, el equipo humilde que disfrutaba del escenario. Eso es algo que despierta los nervios al más pintado. Hay dos cosas que no cambiarán, al menos tiene toda la pinta; la primera, que la afición es incondicional y seguirá soportando y acompañando al equipo haya donde vaya y, la segunda, que los jugadores no saben jugar al fútbol en su estadio. Que pena, ¿no? "Debemos mirarnos el ombligo y depende de nosotros que a la gente le apetezca venir al campo", recordaba Viadero la pasada semana. ¡Madre mía!

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